Richard Páez: “La Vinotinto no puede estar bajo la tutela de ningún interés político”


El director técnico de Mineros de Guayana emitió su opinión para El Diario sobre la politización del deporte venezolano. También habló sobre su etapa como futbolista mientras estudiaba la carrera de Medicina y su etapa como seleccionador de la Vinotinto


Por Manuel Alejandro Ramírez | @manuramirez95



Un hombre justo, correcto y disciplinado, de valores innegociables y un sentido crítico por el fútbol venezolano. Así se podría calificar a Richard Páez, reconocido por su distinguida carrera como director técnico y por transmitirle una mentalidad ganadora a la Vinotinto. Fue el encargado de que a la selección la dejaran de llamar “La Cenicienta” de Sudamérica y de despertar el sentimiento de una fanaticada que carecía de alegrías y resultados positivos.

El entrenador de Mineros de Guayana es elocuente y contundente a la hora de responder. Relata que en su etapa como seleccionador nacional (2001-2007) fue contactado en reiteradas oportunidades por el fallecido ex presidente Hugo Chávez a fin de desempeñar un cargo en el Ministerio para el Deporte; pero él se negó a esta propuesta, jamás estuvo de acuerdo con politizar el fútbol.

“Los hombres que representan al gentilicio venezolano no pueden colocarse bajo la tutela de una aspiración o interés político de alguno u otro bando. Yo se lo dije a él (Hugo Chávez) directamente y lo he respondido siempre. A pesar de la crisis, Venezuela respira por las reservas morales que todavía subsisten en uno. La Vinotinto y todos los que formamos parte de esa transformación no podemos colocarnos bajo la tutela de ningún interés político”, expresa Páez en exclusiva para El Diario.

El Doctor, como es conocido, hace una retrospectiva de su vida. Si bien nació en Mérida, vivió parte de su niñez en Maracaibo, donde nació su padre. El beisbol era el deporte que más practicaban los niños de la época. Recuerda que estudiaba en un colegio jesuíta, de padres españoles, y la obligación era practicar fútbol; pero él y sus compañeros preferían jugar con pelota de goma, bateaban con la mano y colocaban vigías que los alertaban en caso de que un padre los llegase a descubrir.

“De no haber sido futbolista creo que habría sido pelotero; aunque yo también practicaba baloncesto, jugaba en la posición de alero; pero el fútbol se inoculó como un virus apasionado, sobrepasó todos los niveles de mi amor hacia el deporte”, afirma con entusiasmo.


Páez debutó como futbolista profesional a los 17 años de edad con Estudiantes de Mérida. Allí ganó dos títulos de Copa Venezuela y paralelamente estaba empezando su carrera como médico en la Universidad de Los Andes (ULA). Parecía que no iba a poder cumplir con las dos profesiones. Cuenta que para el asombro de sus allegados, se graduó en los seis años que duró la carrera de Medicina.

“Yo aproveché el tiempo de la época, porque estudiar Medicina y al mismo tiempo jugar fútbol profesional me parece una realidad muy difícil de cumplir en estos tiempos. El fútbol de hoy te exige más desgaste en el tiempo. La carrera de Medicina también te exige demasiado, pero en aquel momento estaba en mi ciudad, todo lo tenía cerca”, confiesa.

Los entrenamientos de fútbol en ese entonces eran muy sectorizados, explica. Hacía el trabajo de recuperación los lunes, mientras que los martes se encargaba de entrenar de manera personalizada a partir de las 6:00 am. Cuando el equipo empezaba con la rutina de trabajo a las 7:00 am, él ya estaba saliendo del centro de entrenamiento para dedicarse a los estudios de medicina.

“A las 5:00 pm empezaban mis otras rutinas de entrenamiento, entonces les decía a mis compañeros de la universidad que dejaran grabándome las clases. En cualquier circunstancia aproveché el tiempo y puede cumplir con ambas profesiones. No perdí ni un año como estudiante, tampoco perdí ni una materia”, declara con orgullo.

En 1978 dejó en shock a la afición merideña cuando fue traspasado al Portuguesa FC por 250.000 bolívares, comenta, lo que en ese entonces significaba el fichaje más costoso para un futbolista venezolano. En su primer año con el combinado rojinegro ganó el campeonato nacional. Jugaba de mediocampista.

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“En aquella época se disputaban los grandes clásicos entre Portuguesa y Estudiantes de Mérida. Me fui con el dolor de toda mi fanaticada, porque fueron seis años con Estudiantes. Para mí fue un reto que iba a enriquecer mis aspiraciones como futbolista. Era un salto importante porque me marchaba a un equipo que estaba económicamente más sólido; venía de participar en la semifinal de la Copa Libertadores (1977)”, apunta.

El próximo destino de Páez fue el Unión Atlético Táchira, hoy Deportivo Táchira. Allí ganó el título de primera división en 1979. “Nos fuimos como cuatro o cinco jugadores del Portuguesa para el Táchira y le dimos un salto de calidad tremendo al equipo: fuimos campeones nacionales”, complementa.

El merideño colgó los botines momentáneamente para cursar un postgrado en traumatología y ortopedia en Buenos Aires, Argentina. Luego de cuatro años de estudios, regresó a Venezuela y jugó una temporada con ULA Mérida. Desde ese momento ejerció su carrera como ortopedista y traumatólogo, hasta que abandonó los quirófanos y las consultadas en 2007, cuando se retiró como seleccionador de la Vinotinto.

“El fútbol es una pasión que siempre he mantenido. Cuando prácticamente ya tenía 30 años de ejercicio como médico me dije: ‘Ya basta de esta responsabilidad tremenda de estar operando. Dejaré a un lado la vocación’. Al final, la pasión le ganó a la vocación. A partir de ahí solo me dediqué a ser técnico de fútbol profesional”, sostiene.

Ser ortopedista y traumatólogo siempre ha sido una ventaja para su oficio como director técnico, confiesa Páez, puesto que es una carrera que está relacionada con el fútbol.
“Los especialistas con los que he trabajado no tienen la necesidad de explicarme algún tipo de lesión, de qué manera el jugador debía tener un descanso; las formas para prevenir una lesión, o identificar el grado de la misma. Muchas veces yo mismo los evaluaba y los diagnosticaba”, agrega.

Padre del “Boom Vinotinto”


Richard Páez se hizo un nombre como entrenador cuando ganó el título de segunda división con ULA Mérida en 1995 y alcanzó los cuartos de final de la Copa Libertadores de 1999 con Estudiantes de Mérida. Empezaba el nuevo milenio y la Federación Venezolana de Fútbol (FVF) le daba la oportunidad de dirigir a la Vinotinto sub-20, en la época previa a la cláusula de obligación del futbolista juvenil en Venezuela.

“Yo viví la etapa en la cual la representación de Venezuela participaba en una competencia de categoría sub-20 con una desventaja tremenda. Llevábamos jugadores que apenas tenían 100 minutos de experiencia profesional. Siempre éramos inferiores a cualquier rival que íbamos a enfrentar. A pesar de eso, creo que esa selección del año 2000 demostró un salto de calidad y evolución”, opina.

En el año 2001 tomó el testigo que dejó el argentino José Omar Pastoriza en la dirección técnica de la selección nacional. El Doctor se encargó de imponer una identidad de juego y un carácter competitivo que se vio reflejado en las Eliminatorias del Mundial Corea-Japón 2002, cuando la Vinotinto consiguió triunfos consecutivos ante Uruguay, Chile, Perú y Paraguay. Era la primera vez que Venezuela no culminaba en el último lugar de un premundial.

“Siempre se había jugado con sentimiento, pero hacía falta identidad. Cuando uno tiene una identidad que solo se basa en la emocionalidad, en la garra y en las ganas de querer ganar; pero no desarrolla una conducta futbolística competitiva, evidentemente, el sentimiento no es suficiente. Yo creo que el cambio que nosotros le dimos a la Vinotinto fue darle importancia y confianza al futbolista venezolano, apostando al juego ofensivo, algo a lo que nunca habíamos apostado”, analiza.

La Vinotinto jugaba con la predisposición de no perder, permitía que cualquier rival controlara el partido. Se sentía inferior. El hombre de cabello blanco manifiesta que si ese es el concepto que se aplica, pues, la selección ya empezaba perdiendo.

“El concepto que yo apliqué fue jugar para ganar. Sin importar el rival que tuviéramos en frente, nuestro objetivo fue inducir a nuestros jugadores con un pensamiento de mentalidad ganadora. Cuando uno llevó ese concepto teórico a la práctica, los futbolistas se la creyeron, llevaron a cabo ese mensaje y le dieron una transformación total a nuestro fútbol”, comenta.

En las Eliminatorias del Mundial Alemania 2006 la idea del merideño se consolidó. El 31 de marzo de 2004 Venezuela goleaba 0-3 a Uruguay en Montevideo, hazaña que fue bautizada como el Centenariazo. Más allá de que perdió aire en el camino hacia la cita mundialista, la selección ya no era “La Cenicienta” de Sudamérica. El “Boom Vinotinto” había explotado en los corazones de los fanáticos.

A medida de que pasan los años los venezolanos valoran la dimensión de grandeza que produjo el Centenariazo, reconoce Páez, quien lamenta que no se haya mantenido el proceso de un trabajo que debió haber sido permanente y evolutivo para la selección; el hecho de que no se haya elaborado un diseño de captación para entender la comprensión de ese estilo y desarrollarlo en las categorías formativas.

“Tampoco se construyeron talleres de asociación para nuestros entrenadores, porque el fútbol te somete a un proceso de actualidad constante. Entonces no fue entendido ese proceso del ‘Boom Vinotinto’, sino que solo se disfrutó por la alegría que generó; el marketing, los negocios, la entrada de dinero que entró a la FVF. No hubo una siembra de capacitación para nuestros componentes”, enfatiza.

Dimisión en la selección


A partir de la Copa América 2007 comenzaron a orquestarse situaciones extrañas, relata Páez. Independientemente de que Venezuela inició con el pie derecho las Eliminatorias del Mundial Sudáfrica 2010, se percibieron actitudes poco adecuadas por parte de la organización que estaba alrededor de la selección. La Vinotinto derrotaba 5-3 a Bolivia en San Cristóbal, pero una parte de la afición estaba en contra de la filosofía de Páez, quien tomó la decisión de renunciar a la dirección técnica.

“En aquel partido contra Bolivia en Pueblo Nuevo se precipitaron las cosas. El ambiente interno de la Vinotinto estaba contaminado. Quería evitar que algún jugador de mi selección hiciera un acto no cónsono con todos los valores que teníamos. Por eso preferí echarme a un lado y así mantener la posibilidad de clasificación al mundial. De yo haber sido un déspota, como algunos decían, me habría mantenido en la selección”, revela.

Según su criterio, se generó una atmósfera inadecuada al tomarse como chivo expiatorio el nombre de Ricardo David Páez, quien tenía siete años jugando como titular en la Vinotinto. El hijo del entrenador estaba en su plenitud física, afirma su padre, ya que fue el mejor jugador de Venezuela en la Copa América de 2007.

“El fútbol está sometido a un juez implacable: los resultados. Tú puedes hablar y opinar desde afuera que si este es el hijo, que si es bueno, no es bueno y todo lo demás. Si yo soy seleccionador, voy a colocar a los mejores jugadores que yo creía. Dentro de ellos, estaba Ricardo David Páez con Juan Arango y Gabriel Urdaneta. Eran los tres zurdos que yo utilizaba para desarrollar el cambio en la mentalidad de jugar. Evidentemente, eso mostró una evolución y una transformación para nosotros”, justifica.

A la Vinotinto le hace falta armar un equipo que tenga la misma sintonía con los dirigentes, entrenadores y jugadores, reflexiona el hombre de 66 años de edad.

“Hace falta una organización blindada, en la que todo el mundo sume. Si eso se conforma de la manera correcta, con la pasión que ha demostrado la fanaticada, tengo la seguridad de que la Vinotinto clasificará a un Mundial. Para mí, nos cortaron las alas en las Eliminatorias de Sudáfrica 2010. A pesar de que habíamos comenzado de la manera correcta, hubo esa lamentable campaña en contra del proceso”, reitera.

En estos momentos, Venezuela goza de una generación de elementos con mayor potencial, que cuentan con mayor experiencia para conseguir los resultados esperados, infiere Páez. El reto de los jugadores es cumplir con el sueño mundialista.

“En nuestra época, nosotros tuvimos que convencer a nuestros futbolistas. Aquella generación estaba compuesta por puros jugadores del campeonato local y otros dos que jugaban en el extranjero. Qué mejor ejemplo para esta generación actual que seguir creyendo en la autenticidad del juego y en todo lo que se puede hacer”, argumenta.

Cuando Rafael Dudamel renunció como seleccionador de la Vinotinto surgió un puñado de nombres para relevar sus funciones. Entre ellos estuvo el de Richard Páez. Varios sectores de la prensa especializada hasta el departamento de comunicaciones del Ministerio para la Juventud y Deportes tanteaban el regreso del merideño al banquillo venezolano, pero el portugués José Peseiro fue el elegido por la FVF.

“Solo fueron rumores, porque nunca hubo un contacto directo conmigo departe de la FVF. Yo siempre me he mantenido abierto a esa posibilidad, la disposición siempre va a existir, pero nunca hubo una realidad conceptual. Sencillamente fue parte de las aspiraciones de mucha gente que quería que yo volviera a dirigir a la selección. Dios quiera que José Peseiro pueda enrumbar nuevamente a la Vinotinto en la difícil competencia que le espera”, estima.

Posición sobre la FVF


Los encargados de manejar el fútbol venezolano han presentado desventajas en cuanto a los proyectos dirigenciales, los cuales, no se han cumplido de una manera consistente y carecen de una estructura sólida. De acuerdo con El Doctor, la FVF no ha sido esa institución que haga crecer al balompié nacional en condiciones homogéneas.

“No es por atacar nombres, pero siempre se dependió del ‘Boom Vinotinto’. Eso fue lo único que hizo explotar el fútbol en Venezuela a un nivel internacional en toda la situación. Hay que darle soporte a los talleres de capacitación de entrenadores profesionales y amateur. Ellos no tienen posibilidades de estar en un nivel de actualización permanente, más bien, los árbitros sí tienen mayor cantidad de talleres y capacitación. Internacionalmente se exigen otros niveles de desarrollo”, reprocha.

En su intención de reestructurar el fútbol venezolano, Páez aspiró a la presidencia de la FVF a través del movimiento Somos Vinotinto. No obstante, retiró su candidatura en marzo de 2017 porque se dio cuenta de que los comicios presentaban irregularidades. Los calificó como un proceso electoral viciado e ilegal.

“Yo no le iba a dar aval a unas elecciones fraudulentas. Cuando yo tuve la intención de formar parte de una plancha para tener la posibilidad de presidir la FVF, creíamos que los comicios estaban diseñados de una forma limpia. Lamentablemente, en Venezuela no hay autonomía en las instituciones. No había una institución para reclamar la corruptela que hubo ni la ilegalidad jurídica, como la falta de inscripción y registro de los clubes amateur”, esboza con indignación.

Recuerda que viajó por todo el país para impulsar el proyecto de Somos Vinotinto, pero se dio cuenta de la paupérrima situación que golpea al fútbol amateur en cada uno de los estados de Venezuela. Le duele que haya futbolistas, entrenadores y árbitros que siguen siendo cómplices de las irregularidades. Denuncia que en ningún momento hubo explicación ni justificación a nuestros reclamos.

“Se debe cambiar la ilegalidad en las elecciones de la FVF. El deporte venezolano requiere de una visión matriz por el país, no por un sector, un derecho político o algún tipo de intereses. Es un mal que tiene hundida a toda Venezuela. Que la Vinotinto sea el verdadero ejemplo de lo que nosotros queremos en el país, de ver la oportunidad de ver a un equipo que juega por Venezuela y demuestre que no hay contaminación política que valga”, manifiesta.

El entrenador de Mineros de Guayana también se nota preocupado por la temporada del balompié nacional. La FVF acordó anular y dejar sin efecto los resultados de los partidos que se habían disputado a raíz de la pandemia por Covid-19. Esta decisión fue cuestionada por la Liga Futve, que propone reanudar el torneo desde la séptima jornada en sedes neutrales.

Ante la imposibilidad de cumplir con las normas establecidas del campeonato, Páez se mostró de acuerdo con la suspensión de la campaña y no contempla la postura de la Liga Futve. Sin embargo, le inquieta el hecho de que las manecillas del reloj corren de manera ininterrumpida para la organización de un nuevo certamen.

“Cada día que pasa las cosas se hacen más difíciles, porque Venezuela tiene la pandemia del transporte, de que no hay gasolina, de que no hay luz, de que no se pueden hacer concentraciones. Nuestro fútbol sufre. Todo eso va a generar un campeonato semiprofesional. También está la pandemia de los contratos. Eso generará una dificultad tremenda, y Dios quiera que se pueda tomar una decisión lo más pronto posible”, concluye.

Queda en evidencia que Richard Páez es un ícono del balompié criollo. Su idea de juego en la selección generó resultados históricos. No solo es el padre del “Boom Vinotinto”, sino que también se muestra como un hombre íntegro, que no se deja influenciar por ningún interés político. Su único objetivo es seguir impulsando el fútbol nacional y respetar sus valores y principios.

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